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Las ciudadanas y ciudadanos del futuro se forman ahora…

Aportes sobre formación ciudadana realizados por Carolina García, académica especialista en formación ciudadana, ex alumna y actual apoderada de nuestro colegio.

Carolina Andrea García González, es apoderada de nuestro Colegio, ex alumna y académica de la Universidad De Santiago de Chile (USACH), especialista en formación ciudadana. En esta nueva etapa que vivimos como sociedad, voces como la suya son necesarias para ayudarnos en la formación de las y los ciudadanas y ciudadanos del futuro, nuestras niñas, niños y adolescentes. Compartimos con uds. sus reflexiones, agradecidos del valor que tienen para nuestra Comunidad.

1. ¿Es conveniente que en los colegios se desarrolle educación cívica y/o formación ciudadana?

Lo primero que es importante asumir es que educación cívica y formación ciudadana no son lo mismo. No son sinónimos.

La formación ciudadana es uno de los elementos fundamentales de la socialización, es decir, del proceso en que los individuos se transforman en sujetos sociales. Corresponde a la dimensión que contribuye a la formación de sujetos políticos, entendiendo este concepto desde la perspectiva aristotélica del ciudadano, es decir, como un agente activo, responsable y comprometido con el bienestar de la polis, de la o las comunidades de las que forma parte.

Una de las premisas sobre las que se sustenta la formación ciudadana es que “el ciudadano no nace, se hace” (Galston, 2001), es decir, necesita de la educación para poder participar activamente en la construcción del bien común, especialmente en sociedades cada vez más complejas y diversas. La formación ciudadana implica un proceso de socialización política que se desarrolla en las distintas comunidades de las que se forma parte: la familia, la escuela, el barrio y los grupos étnicos, religiosos o comunitarios. Sin embargo, desde comienzos del siglo XIX, la escuela ha sido una de las instituciones sociales clave para desarrollar esta tarea formativa, ya que la experiencia escolar y las posibilidades que brinda de interactuar con personas diversas y buscar acuerdos y normativas para convivir armónica y democráticamente dentro del espacio escolar, transforma a la escuela en el espacio de subjetivación y simbolización en el que se construye la significación de lo que implica ser ciudadano y se deberían vivir las primeras dimensiones de la experiencia ciudadana (Peña, 2015; Redón, 2010).

Por tanto, no solo es conveniente, si no que es fundamental para la construcción de sociedades democráticas, inclusivas y justas que en la escuela se desarrolle la formación ciudadana, aportando a que el estudiantado cuente no solo con los conocimientos básicos para poder participar de manera informada, sino también con las habilidades, actitudes y virtudes que se requieren para participar activa y responsablemente en la resolución de los problemas socialmente relevantes que enfrenta la sociedad actual.

La formación ciudadana en la escuela se debe desarrollar desde tres perspectivas, transversales a toda la experiencia escolar, ninguna de ellas puede quedar ausente (Pagès, 2013):

– La Educación Civil o de la civilidad, que corresponde al desarrollo de las virtudes, valores y principios democráticos que aseguren el respeto de los derechos humanos, la valoración de la diversidad y el reconocimiento de las normas no desde una perspectiva punitiva, sino como el resultado de un proceso deliberativo y participativo que ha definido la comunidad para convivir armónicamente.

La Educación Cívica, que corresponde al desarrollo de los conocimientos, habilidades y actitudes que permiten comprender el funcionamiento de la estructura política de nuestras comunidades y participar activa, informada y responsablemente en los espacios de participación institucionalmente definidos, como por ejemplo, los procesos electorales.

La Educación Ciudadana, que corresponde al desarrollo de experienciasformativas que permitan al estudiantado, independiente de su edad, asumirse como agentes activos, con la responsabilidad de buscar soluciones a los problemas que afectan a sus comunidades y de participar en las acciones o procesos que permitan solucionarlos para superar la desigualdad, la exclusión, la discriminación y la violencia, construyendo así sociedades más justas y democráticas (Gutiérrez y Pagès, 2018).

Los colegios deben asumir a sus estudiantes como ciudadanos y ciudadanas con capacidad de opinión, de acción y de deliberación (los únicos derechos a los que no tienen acceso son a los derechos de propiedad y a los derechos políticos de sufragar y ser elegidos para cargos parlamentarios o de gobierno). Y en segundo lugar, deben asumir que la experiencia escolar en su conjunto contribuye a la tarea de formar ciudadanía. La educación ciudadana no se puede limitar solo a los contenidos curriculares de algunas asignaturas, si no que depende sobre todo de las interacciones entre los distintos integrantes de la comunidad educativa y de los espacios de participación que se brinden. Los colegios deben contribuir no solo a que los estudiantes se asuman como sujetos y sujetas de derecho, sino también a que asuman sus responsabilidades ciudadanas, permitiéndoles opinar, identificar problemáticas, buscar soluciones e implementar proyectos, en síntesis, permitiéndoles participar de manera activa en la construcción del bien común.

Una de las grandes debilidades que ha tenido la formación ciudadana en Chile durante los últimos años, no radica en su poca presencia en el currículo oficial, si no en la falta de oportunidades que brinda la escuela para participar activa y responsablemente en la resolución de problemas. Si se analizan las características y fuerza que ha tenido el movimiento estudiantil secundario durante los últimos 15

años, se puede identificar que la experiencia escolar ha contribuido al desarrollo del pensamiento crítico en el estudiantado. Los y las jóvenes son capaces de hacer agudos diagnósticos sobre la realidad nacional y de comprender las causas profundas de la desigualdad y la injusticia que existe en la sociedad. Sin embargo, tienen muy pocas competencias para ofrecer soluciones, buscar alternativas dialogadas y democráticas para enfrentar los desafíos existentes, para deliberar y comprender que en una sociedad democrática se debe buscar el acuerdo en pos del bien común. Es por ello que una mayoría desconfía del sistema político y se margina de los espacios institucionalizados de participación política, mientras una minoría muy visible recurre a la violencia y la destrucción.

Por tanto, en el actual contexto sociopolítico que vive Chile y frente a los desafíos globales asociados a la pandemia y al cambio climático, es clave que la escuela ofrezca a los estudiantes espacios concretos para la participación política, para que no solo se queden en el diagnóstico, sino que asuman responsablemente la complejidad que implica buscar e implementar soluciones a los problemas sociales que ellos mismos han identificado.

2. ¿De qué forma la educación cívica y/o formación ciudadana les inspira y/o ayuda en su desarrollo personal, profesional, social?

La formación ciudadana que he recibido desde mi experiencia escolar, me ha permitido asumir mi agencia, es decir, mi condición de ciudadana activa que tiene la responsabilidad de contribuir a la construcción de una sociedad más democrática y de luchar contra las injusticias que lamentablemente aún subsisten, y que generan desigualdad, discriminación y violencia. Creo que mi compromiso como ciudadana está orientado hacia la búsqueda de la justicia social y creo que la educación es uno de los caminos fundamentales para lograrlo.

En términos personales creo que la formación ciudadana ha sido fundamental para poder desarrollar una reflexión permanente y autónoma que me permita contribuir de mejor forma a mi comunidad, por medio de una participación activa a nivel social y político, desde una conducta fundamentada en el respeto y promoción de los derechos humanos, en la valoración de la diversidad y la inclusión y en el compromiso con el consumerismo y la sustentabilidad.

Y en términos profesionales, me ha llevado hacia el mundo de la educación, bajo la convicción de que es un espacio donde efectivamente las sociedades pueden generar las oportunidades equitativas que se requieren para que todos y todas sean incluidos y tengan opciones reales de transformar sus condiciones personales, sociales y estructurales, que son las que mantienen la desigualdad. Durante muchos años trate de cumplir esta tarea desde el aula, como profesora de historia, geografía y ciencias sociales. Pero con el anhelo de que mis acciones pudieran transferirse a otras realidades, decidí dedicarme al desarrollo de la investigación científica, para construir conocimientos que nos permitan mejorar la formación ciudadana que se debe entregar en la escuela, y a la formación de profesores y profesoras comprometidos con la búsqueda de las transformaciones que permitan construir una educación más equitativa e inclusiva y una sociedad más justa y democrática.

3. ¿Algún ejemplo concreto de cómo la formación ciudadana recibida pueden aplicarla en su vida?

La formación ciudadana nos permite tomar conciencia de nuestra agencia, es decir, del poder que tenemos como ciudadanos y ciudadanas de aportar u obstaculizar la construcción de sociedades más justas. Por ello, además de ejercer desde mis 18 años una ciudadanía activa tanto en las urnas como los espacios de manifestación social, desde el 2015 trabajo con jóvenes de distintas regiones de nuestro país buscando soluciones a problemas locales asociados al cambio climático, bajo la convicción de que estas acciones locales sí pueden tener un impacto en las condiciones globales, que son cada día más preocupantes y que requieren de urgente solución. Tal como lo dijo el Papa Francisco en su encíclica Laudato sí, he podido vivenciar que incorporar la educación para el desarrollo sostenible como uno de los pilares de la formación ciudadana que debe desarrollar la escuela, es fundamental para que tomemos conciencia de la fragilidad de la condición humana y nos comprometamos con el cuidado de la casa común.

4. ¿Cómo relacionan en su experiencia de colegio/vida/profesional la educación cívica / formación ciudadana con el respeto y valoración de su identidad cultural?

Uno de los principales aprendizajes que me ha permitido la formación ciudadana es comprender que una condición elemental de la humanidad es su diversidad y que esta condición no es un problema, por el contrario, es una oportunidad para que podamos aprender los unos de las otras y viceversa, para trabajar colaborativamente en los problemas que nos son comunes pese a nuestra diversidad.

Es por ello que creo que nuestra identidad cultural no es ni única ni estática, sino que es una construcción socio histórica, en constante evolución a partir de las experiencias que vivimos y que además es de carácter escalonado, es decir, está compuesta por elementos identitarios personales, locales, comunitarios, nacionales, regionales y globales, y cada uno de esos elementos son claves para fortalecer el sentido de pertenencia y el compromiso comunitario que impulsa nuestra participación ciudadana.

5. ¿Ignorar “la formación ciudadana” se relaciona con el mantener una cultura al servicio de los poderosos?

Efectivamente no promover la formación ciudadana es una de las principales causas de las injusticias que se mantienen, especialmente en sociedades tan desiguales como las latinoamericanas y la chilena. El saber es poder, por tanto, contar con una alfabetización política y económica y con las habilidades necesarias para participar en los distintos espacios existentes, es clave no solo para lograr que las personas sean conscientes de sus derechos y sepan cómo y cuando ejercerlos y defenderlos. También es fundamental para comprender cómo funciona el sistema, para develar quiénes se benefician y quiénes se ven perjudicados por dicho sistema, para descubrir cuáles son las estructuras de poder que determinan el su funcionamiento y puedan asumir su condición de agencia como ciudadanos y ciudadanas que, si trabajan colaborativamente por el bien común, pueden impulsar las transformaciones sociales que se requieren para superar la desigualdad, la exclusión, la violencia y la discriminación.

El estudio de la ICCS realizado en Chile en 2016, sobre los conocimientos cívicos y ciudadanos que tienen los y las adolescentes de 14 y 15 años, muestra que existe una correlación directa entre el nivel socioeconómico y los saberes. Mientras mayor es el nivel socioeconómico, mayores son los conocimientos y mayor es la participación. Es decir, los poderosos saben mucho mejor como funciona el sistema, como pueden participar en él y cómo deben participar en él para mantener sus privilegios.

En cambio, mientras menor es el nivel socioeconómico, menores son los conocimientos y menor es también la participación ciudadana. Eso implica que en nuestra sociedad los sectores más desventajados no solo son excluidos y discriminados, si no que además, tampoco reciben la educación necesaria para poder romper con el círculo de la exclusión y se automarginan de los espacios de poder a los que podrían acceder.

Lamentablemente la desigualdad social de nuestro país, que es precisamente en el sistema educativo donde mejor se refleja, también afecta la formación ciudadana y la socialización política, ya que la escuela no brinda las oportunidades necesarias para desarrollar el capital cultural y político que se requiere para ejercer una participación ciudadana activa.


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